Especial Todo Sobre mi boda: Vestido de la novia

Breve historia del Vestido de la novia

Adaptación del texto original de William Cruz Bermeo*

Vestido nupcial de la Reina Victoria de Inglaterra, exhibido en el Museo Victoria & Albert en Londres.

A lo largo de los siglos el traje ha sido un magnífico motivo para exteriorizar la riqueza y la posición social. Las formas y los ornamentos del vestuario llevan consigo un lenguaje corporal propio de las élites, en este sentido, uno de los atuendos que ha prodigado un mayor lujo ha sido el vestido de novia el cual ha evolucionado siguiendo las modas, tanto en silueta como en colorido, hasta llegar a las condiciones que conocemos hoy.

La manera de vestir se encuentra en estrecha conexión con cada momento histórico, siendo un referente de crucial interés para comprender las aspiraciones
de la sociedad en cuanto a cambios políticos, avances tecnológicos y transformaciones culturales.

Vistos desde esta perspectiva, los matrimonios de la Edad Media entre los siglos XI al XVI eran considerados como un intercambio de propiedades, donde las familias involucradas determinaban el valor que cada uno de los novios debía aportar: a los aportes que hacía la novia los llamaban “dote” y a los del novio “tesoro de la novia”. Dichos aportes estaban representados principalmente en tierras, pero también en objetos suntuarios, siendo uno de los más significativos la tela. En ese entonces las telas finas tenían un costo elevado debido a que muchas provenían del Lejano y Medio Oriente, siendo consideradas como un verdadero tesoro por su decoración con hilos de metales y piedras preciosas.

Izquierda: la actriz Grace Kelly durante su boda con el Principe Rainiero III de Mónaco. Derecha: la princesa Eugenia de York llegando al altar para casarse con Jack Brooksbank.

Si bien, las uniones maritales medievales suponían un intercambio de textiles suntuosos, no puede asegurarse que existiera un vestido específico sólo para la ocasión, se presume que el día de la boda las novias llevaban un vestido nuevo o más vistoso cuyo estilo correspondía a la moda dominante.

En cuanto al color, las pinturas alegóricas a las nupcias de la época muestran en unos casos a la novia vestida de verde y en otros de rojo. Sin embargo, esta costumbre no es determinante pues los cuadros no retratan la realidad inmediata y además, el manejo del color tenía para el artista un significado diferente a lo que retrata en su obra, por ejemplo, el papel de las mujeres en la Edad Media era el de traer los hijos al mundo y de ellas se esperaba la fertilidad absoluta, por lo tanto la mejor manera de expresarlo consistía en pintar mujeres de vientres prominentes y vestidas de verde, pues el verde connotaba fertilidad.

No se debe olvidar que el siglo XII fue la época de esplendor del amor, cuando los caballeros dedicaban sus trovas a la mujer amada -muchas veces un amor platónico de un nivel social superior- entonces, para la seducción el tono rojo era representativo de la pasión y del amor ardiente. En los siglos posteriores, los casamientos famosos no precisaron de un tipo de traje distinto y único, por ejemplo, en pinturas como “El baile de bodas del duque de Joyeuse con Margarita Lorraine” es posible ver a la pareja en medio de los invitados, pero sus trajes no difieren en lo absoluto de los utilizados por los cortesanos del siglo XVI; sin embargo, a diferencia del resto de
las mujeres, la novia va vestida de blanco, aunque no hay indicios para pensar que el blanco fuera una exclusividad, ya que los vestidos blancos de seda eran comunes en los guardarropas femeninos.

Cuando en 1660 Luis XIV contrajo nupcias con la infanta María Teresa de España, los novios aparecen vestidos con trajes de sus cortes correspondiendo al esplendor barroco, donde primaban hermosos encajes y galones de oro y plata. Así mismo, en la boda de Catalina La Grande con el gran duque Pedro, la emperatriz lució un típico vestido de corte a la usanza del siglo XVIII, color plata.

Fue precisamente en pleno romanticismo cuando se codificó el concepto de traje de novia que ha pervivido hasta la actualidad. La protagonista de este hecho fue Victoria de Hannover quien recibió el trono de Gran Bretaña con tan sólo dieciocho años. La joven reina contrajo matrimonio con su primo Alberto de Sajonia, en la Capilla Real del palacio de Saint James en 1840. Fue una boda por amor que tuvo una enorme repercusión mediática y la fotografía de la flamante novia fue difundida en todo el mundo. Para su atuendo nupcial, la reina eligió un traje blanco con cintura ajustada, enagua completa con crinolina y decoraciones de encaje, siendo considerado como la silueta “clásica” de vestido de bodas hasta el día de hoy.

La realeza es una fuente de inspiración para la sociedad, un fenómeno al que han contribuido decisivamente los medios de comunicación. A todas estas razones se añade la asociación del blanco con la pureza, la inocencia y la virginidad, como fruto el pensamiento victoriano sobre el papel de la mujer en la sociedad. Más adelante, durante la década de 1920 la forma del vestido adquirió una figura tubular, pero en 1950 retornó el esplendor del traje ancho con detalles románticos como encaje y bordados de perlas.

La época dorada del cine hizo su aporte. Los retratos de boda en Hollywood, así como la velocidad y la facilidad con la que la gente podía ver imágenes de las bodas de las celebridades, ayudaron a consolidar la noción de que el matrimonio exigía un vestido blanco. En 1956, los videos y las fotografías de Grace Kelly en su vestido de novia, hecho con encaje, seda, perlas y tul, rápidamente le dieron la vuelta al mundo. Luego en 1981, 750 millones de personas vieron a Carlos, príncipe de Gales, casarse con Lady Diana Spencer en un vestido de tafetán de seda color marfil con una cola de casi ocho metros diseñado por David y Elizabeth Emanuel.

Y aunque hoy en día hay quienes se atreven a saltarse la norma usar otros colores, el blanco continúa siendo, por excelencia, el color del vestido de novia. Su capacidad de perdurar en el tiempo, se explica en el poder de adaptación en el tiempo evolucionando y reinventándose para mantenerse a la moda.

"La realeza europea ha sido una fuente de inspiración para la sociedad, un fenómeno al que han contribuido decisivamente los medios de comunicación, de de allí se deduce que la familia real británica, desde el siglo XIX, iniciara una costumbre que pronto se convirtió en tradición y en un símbolo a través de países y culturas"