ANDRÉS VANEGAS NÚÑEZ UNA GRAN PRUEBA DE FE
La historia inicia en enero de 2023, cuando regresamos junto a mi esposa María Cristina de un viaje donde celebramos el aniversario de nuestro matrimonio. Ya en Bucaramanga, retomé la rutina de trotar todas las noches, entonces empecé a sentir un pequeño dolor en el muslo derecho, algo que justifiqué en el hecho de no haber practicado por mucho tiempo. Pero, unas semanas después me apareció una bola en el muslo del tamaño de una canica, entonces acudí al ortopedista oncólogo, quien luego de los respectivos exámenes confirmó que se trataba de una masa maligna y que era preciso realizar una biopsia para decidir el tratamiento.
Aquella masa resultó ser un tumor que presentaba un crecimiento acelerado, tanto, que al mes siguiente tenía el tamaño de una pelota de tenis. El dolor que sentía era intolerable, siendo necesario recibir morfina y movilizarme en silla de ruedas. Fue realmente muy duro porque, de un momento a otro, toda mi vida cambió radicalmente. Siempre explico esta sensación como si tu fueras titular en un equipo, jugando bien, pero repentinamente el técnico te envía a la banca sin explicaciones y sin motivos. Ese técnico y dueño de la vida es Dios, quien decidió probar mi fe haciendo que todo en mi vida se detuviera. Lo explico así porque durante todo este proceso nunca me alejé de él y tuve la fortuna de contar con verdaderos amigos que me rodearon con sus oraciones y su cariño.
La biopsia confirmó que padecía un tipo de cáncer muy agresivo llamado “sarcoma de tejidos blandos pruniforme”, el cual no tiene una causa identificada. Debido a su proximidad con el fémur y su tamaño considerable, se decidió iniciar con quimioterapia de forma inmediata. Mayo y junio de 2023 fueron meses especialmente duros pues recibí nueve ciclos de quimioterapia, sumado al dolor en la pierna que me mantenía inmóvil. Los efectos de la quimioterapia son muy fuertes porque pierdes el apetito, no duermes, sientes náuseas constantes y una depresión profunda. Gracias a Dios, el oncólogo clínico que manejó mi caso es uno de esos “ángeles terrenales”, que estuvo pendiente de mi salud las 24 horas, siempre dándome su apoyo profesional y emocional. En ese proceso perdí 19 kilos y mi aspecto físico era impresionante: sin cabello, con la piel pálida, movimientos lentos y voz cansada. El ortopedista oncólogo, había ordenado que al terminar mi ciclo de quimioterapias debían realizarme exámenes de control para verificar el estado del tumor (TAC y resonancia).
Pero mi drama no cesaba, pues el día que me tomaron dichos exámenes, saliendo de la clínica, recibimos una llamada para informarme que detectaron dos trombos en mis pulmones, por lo cual debía regresar de inmediato para tratarlos porque eran un riesgo para mi vida. En esos duros momentos recibimos el apoyo de un gran amigo médico y su esposa, otros angelitos terrenales, quienes me ayudaron para tener siempre los mejores cuidados teniendo contacto directo con los especialistas que me atendieron.
Acudimos donde el ortopedista oncólogo que atendía mi caso, con los resultados de mis exámenes para saber cuándo se realizaría la cirugía para extraer el tumor, pero desafortunadamente nos dijo algo totalmente distinto. En su concepto, la quimioterapia no había hecho el efecto suficiente por lo cual era necesario amputar la pierna desde la cadera, algo que médicamente se llama “desarticulación de cadera”. Confieso que ese fue el momento más duro de mi vida, que impactó por igual a nuestras familias. Todo era confusión y miedo. Lo primero que pensé fue “señor, yo sé que tu voluntad es perfecta y que me estás llevando al límite para probar mi confianza en ti”.
Sin embargo, María Cristina y yo nunca perdimos la confianza. En ese punto, otro “ángel” que lidera un importante complejo hospitalario de Bucaramanga, nos informó que a la ciudad había llegado desde México un ortopedista oncólogo, quien nos atendió de forma inmediata por recomendación de otro gran amigo medico oncólogo radioterapeuta, así recobré la esperanza pudiendo iniciar los ciclos de radioterapias necesarios para disminuir el tumor.
Pero, el gran milagro de esta historia se materializó gracias a la intervención de un amigo con quien compartíamos jugando tenis, pero sin saber este nuevo “angelito terrenal” que apareció en nuestras vidas que era el jefe de radiología de la Fundación Santa Fe de Bogotá. Fue él quien le contó mi caso al Dr. Camilo Soto Montoya, ortopedista oncólogo de esta institución, un gran profesional y un ser humano excepcional, quien desde el primer momento nos prometió que haría todo lo que estuviera a su alcance para salvar mi pierna. La cirugía duró más de cuatro horas con magníficos resultados, me extirparon un tumor de 30 cm de diámetro que estaba adherido al fémur, fue necesario además retirar más del 50% de músculos, venas y sistema linfático. También me reemplazaron el fémur por una prótesis, conservando mi rodilla.
Ahí comenzó el proceso de mi recuperación, una etapa que ha sido difícil para mí pero también para mi esposa, quien con su amor y dedicación se convirtió en la persona más importante para lograrlo. Desde el primer día del diagnóstico, María Cristina sacrificó su vida por mi bienestar y Dios sabe que esta prueba no podía superarla sin ella, por eso nos unió hace 33 años convirtiéndose el amor de mi vida. Tampoco hubiera podido lograrlo sin el apoyo incondicional de mi familia, cada uno de ellos aportó sus oraciones y puso su granito de arena para ayudarme física y psicológicamente, especialmente mi hermano Camilo y su esposa Sandra. Ahora, lo más importante es aceptar mi nueva realidad: terapias diarias, algunos impedimentos en la movilidad, molestias físicas y enfrentarme con la infraestructura de nuestro país, la cual muchas veces no está acondicionada para el tránsito cómodo de las personas en mi condición.
También me siento afortunado por lograr mi independencia, ya estoy manejando, reanudé mis viajes de trabajo y muy pronto estaré de regreso al campo de golf. Seguiré luchando para normalizar mi vida de la mano de Dios, quien jamás ha dejado de sujetarla.
El dictamen médico reveló que era necesario amputar mi pierna desde la cadera. Confieso que ese fue el momento más duro de mi vida. Lo primero que pensé fue: señor, yo sé que tu voluntad es perfecta y que me estás llevando al límite para probar mi confianza en ti”