Jorge Gómez Duarte, forjador de cambios

Luego de presidir por más de 20 años la Junta Directiva del Club Campestre de Bucaramanga, Amigos & Socios hace un reconocimiento a este destacado dirigente, recogiendo los aspectos más significativos de su vida.

Jorge Gómez es un hombre sencillo, prudente y estudioso, proveniente de una familia de Zapatocas que migró al Socorro para dedicarse al comercio y la ganadería. Se graduó como médico especialista en cirugía general de la Universidad Javeriana y pronto descubrió su sensibilidad social, cuando en su primer año como médico rural en el Chocó, pudo evidenciar las profundas diferencias existentes frente a otros jóvenes de su edad que tenían muy pocas oportunidades de progresar. Esta experiencia marcó para siempre su compromiso social con la docencia, considerando la educación como motor de transformación en cualquier sociedad. 

De su trayectoria conocemos el valor para anteponer los valores éticos sobre el beneficio económico, pero también su entrega y dedicación a la academia, que lo llevaron a ocupar la decanatura de medicina y luego la rectoría de la Universidad Industrial de Santander. Sin embargo, más allá de su profesión, Gómez Duarte ha tenido la asombrosa facilidad de asimilar el conocimiento de otras disciplinas, especialmente en los temas empresariales, aportando su experiencia para sacar adelante innumerables proyectos, demostrando un talante conciliador para escuchar y recoger las buenas ideas de los demás.

¿Los líderes nacen o se hacen? 

Pienso que hay las dos cosas. Indudablemente cada quien tiene sus potencialidades, pero algunos, aunque las tienen no las desarrollan. En mi caso, tuve la oportunidad de asumir responsabilidades académicas y empresariales que me despertaron esas habilidades, obligándome a ejercerlas y mejorarlas. Mi padre era un autodidacta, atrevido y soñador que fácilmente le llegaba a la gente; de él aprendí mucho, especialmente su iniciativa, actitud positiva y perseverancia ante las dificultades. 

¿Cómo llegó a la UIS? 

Al terminar el posgrado en cirugía general tenía la opción de quedarme en el Instituto Nacional de Cancerología, en Bogotá, pero pudo más el volver a mi ciudad natal, donde tenía gran parte de mi familia. Inicié trabajando como cirujano de urgencias en el Hospital González Valencia -hoy Hospital Universitario de Santander– y también con la UIS como profesor de cirugía, ya que existían necesidades apremiantes de cirujanos en la institución, dada la dedicación de la gran mayoría de estos a la práctica privada.

¿Cómo fueron esos primeros años? 

Fueron años de mucho trabajo. Abrí mi consultorio particular, me dediqué al hospital, a la universidad y a la Liga contra el Cáncer. Tenía pocos compromisos y el tiempo lo dedicaba de lleno a mi profesión y a la docencia. Eso indudablemente influyó en que escalara muy pronto a cargos directivos; a los dos años de mi vinculación, asumí la jefatura de cirugía y a los cuatro, fui nombrado decano de la Facultad de Salud. 

Ser decano a los 33 años no era lo común en el ambiente académico de entonces, estos cargos solían ser ocupados por personas de larga trayectoria y edad, pero bueno, era un honor y una gran oportunidad. La experiencia fue extraordinaria. Teníamos como estudiantes los mejores ICFES de la región y sus alrededores, éramos la única facultad de salud, contábamos con excelentes profesores y sitios de práctica, al igual que la rigurosidad académica propia de la UIS. Gracias a ello, pronto logramos colocar el pregrado entre los mejores del país e iniciar la oferta de posgrado. 

¿En qué circunstancias asume la rectoría de la UIS? 

Por esa época, la designación del rector correspondía al gobernador del Departamento y siempre se respetó el carácter apolítico de la universidad, seleccionando la persona con base en sus méritos. Durante 9 años en la decanatura yo había mostrado resultados, entonces Juan Carlos Duarte, quién era el gobernador de turno, me ofreció tal oportunidad la cual acepté con el pesar de tener que abandonar la práctica médica, pero convencido que desde allí podría aprender y hacer mucho más por la comunidad. Posteriormente, la ley 30 de 1992 modificó el proceso de elección, dejándolo en manos del Consejo Superior, el cual en dos oportunidades me reeligió para el cargo, acumulando 8 años y medio al frente de la institución educativa más importante que tenemos los santandereanos. 

¿Qué destaca de esa gestión? 

Durante mis tres periodos, la UIS dobló el número de estudiantes, se abrieron nuevos programas de pregrado y posgrado y el primer doctorado. También, llevamos la educación superior de calidad a la provincia santandereana, abriendo sedes de la UIS en Barrancabermeja, Socorro, Barbosa y Málaga. Otro logro fue establecer valores de matrícula de acuerdo con los estratos socioeconómicos, comenzando por la gratuidad para el estrato uno. Creamos centros de investigación y desarrollo tecnológico, algunos en alianza con el sector privado. 

Adquirimos las sedes de Bucarica y Guatiguará y comenzamos el proyecto del Parque Tecnológico. Conseguimos recursos de inversión con la aprobación de la estampilla ProUIS; saneamos el pasivo pensional con el compromiso del Gobierno Nacional de pagar el 82% de pasivo e incrementamos los recursos de funcionamiento con mayores aportes nacionales y departamentales. Igualmente, se obtuvieron más ingresos por investigación, oferta de posgrados y servicios. Al final, prácticamente habíamos triplicado el presupuesto.

“Algunos me preguntan ¿de dónde saco tiempo para todo? En realidad trabajo bastante, casi 18 horas diarias, pero lo logro optimizando mi tiempo y dedicándole la mayor parte a lo importante”.

¿Alguna satisfacción personal? 

Haber podido contribuir a que más personas se educaran con calidad y sin importar sus recursos económicos, es lo más grato para mí. Pero también, haber tenido la oportunidad de conocer otro mundo diferente a la medicina, trabajando con el propósito de crecer y ayudar a crecer a los demás. 

¿Qué vino después de renunciar?  

Varias cosas. Traté de volver a la medicina, pero el sistema de salud había cambiado, exigía adaptarse y volver a comenzar. Entonces, me dediqué a ser empresario, involucrarme en el manejo de algunas sociedades de las cuales hacía parte en el sector inmobiliario y agropecuario, colaborar con mi trabajo en instituciones sociales, dedicarle tiempo a la familia que apenas comenzaba y sacar tiempo para mí.

Sabemos que pertenece a muchas juntas directivas…

Me encanta aportar y aprender, por eso estoy en cerca de 15 juntas, la mayoría de ellas son entidades sin ánimo de lucro, otras de empresas privadas de la cuales soy accionista y las sociedades del grupo familiar. Algunos me preguntan ¿de dónde saco tiempo para todo? En realidad trabajo bastante, casi 18 horas diarias, pero lo logro organizando y optimizando mi tiempo, concentrándome en lo que estoy haciendo, dedicándole la mayor parte a lo importante. 

¿Cuáles juntas directivas integra actualmente? 

Fundación Cardiovascular de Colombia, Fundación Universitaria FCV, Centro Internacional de Especialistas, Fundación Montañas Azules, Promisión, Liga contra el Cáncer, Alianza Francesa, Asocolclubes, Grupo Santander de Inversiones, Gómez y Sucesores, Inversiones Llano Grande, entre otras. 

¿Cómo llega a la Presidencia del Club Campestre de Bucaramanga? 

A finales del siglo pasado y comienzos del presente, el país estaba en una profunda crisis económica y el Campestre no era ajeno a ella. Muchos socios se habían retirado, el club estaba endeudado y las tasas de interés de la época eran muy altas, por lo cual entró en dificultades económicas. A mediados de 2000, un grupo de socios preocupados por la situación, recogieron firmas y convocaron a una asamblea para debatir la situación. Como resultado de esta asamblea se generó un cambio de junta directiva. Por ese entonces, yo había salido de la rectoría de la UIS y me fui por un mes a Europa. 

Al regreso, me enteré que no solamente había sido incluido en la nueva junta, sino que me designaron presidente del Club. No estaba dentro de mis planes tal responsabilidad, tampoco conocía la situación y por tanto, antes de aceptar analicé los estados financieros, los cuales mostraban un grave problema de iliquidez. Sin embargo, los activos eran inmensamente superiores a los pasivos existentes, lo cual hacía entrever que era posible salir adelante, entonces acepté el reto. 

¿Cómo estructuró el plan para salvar la institución? 

Lo principal era lograr un flujo de caja adecuado y balancear el presupuesto mediante una reducción de los costos y gastos de funcionamiento y mayores ingresos; igualmente, lograr acuerdos con los acreedores para aplazar los pagos pendientes. Ello no era posible si no generábamos confianza, entonces, convocamos una asamblea donde se presentó la situación real y el plan de recuperación, sobre la base de acuerdos cumplibles con los acreedores, supresión de cargos no fundamentales, suspensión temporal de prerrogativas laborales, mercadeo eficiente de servicios, recuperación de socios, organización de dependencias por unidades estratégicas de negocios y apertura del club a terceros sin perder el carácter selectivo de sus socios y visitantes. La propuesta fue acogida por los asambleístas y procedimos a ponerla en marcha.  

¿El plan se cumplió como estaba previsto? 

Inicialmente tuvimos dificultades con los entes recaudadores de impuestos y algunos bancos, por lo cual solicitamos a la Superintendencia acogernos a la ley de quiebra (Ley 550), la cual permitió ahorrar sanciones tributarias, bajar las tasas de interés con los bancos, dar prioridad a los pagos laborales y obtener plazos hasta de 7 años para superar la crisis.

En general, el plan se cumplió mejor de lo previsto. Al año habíamos cancelado las deudas laborales, puesto al día los salarios y pagado buena parte de los proveedores; a los dos años habíamos disminuido acreencias bancarias por compra de deudas y a los tres, iniciamos remodelaciones de cafetería y piscina, financiadas con utilidades del ejercicio y préstamos bancarios. Podríamos decir que habíamos salido adelante. Luego vinieron mejores resultados, más remodelaciones, compramos los terrenos de Andalucía y no hemos parado de crecer y crecer hasta el día de hoy. 

¿Cómo manejó la huelga del año 2002?  

Ese año el sindicato vio que el Club estaba saliendo de la crisis y quiso recuperar lo perdido con los bajos incrementos de años anteriores. No llegamos a ningún acuerdo en las negociaciones y entonces se fueron a la huelga. Fueron 53 días de paro y durante este tiempo contamos con el apoyo de los socios que siguieron pagando las mensualidades, también nos apoyaron el Club de Profesionales y Ruitoque Golf, quienes muy amablemente prestaron servicios a nuestros socios sin remuneración alguna. Al final logramos un acuerdo muy por debajo de sus apetencias, pero lo más importante fue crear en el personal un gran sentido de pertenencia, el cual ha permitido un excelente clima laboral desde entonces. 

¿Siente que el club se convirtió en un proyecto personal? 

Indudablemente y esto sucede con todos los proyectos en que me involucro. Se vuelven retos personales, como si fuera una competencia y eso me gusta: alcanzar las metas produce grandes satisfacciones y el Club ha sido una de las mayores que he tenido en la vida. Así debería ser para todas las personas.  

¿Qué logros destacaría de su presidencia?  

El principal fue modificar la organización y el funcionamiento del Club, orientándolo a ser una empresa de los socios, que presta servicios de calidad a una población selecta bajo el concepto y ambiente de un club social. La operación no debe depender exclusivamente de los aportes de los socios, ni su crecimiento estar sujeto a cuotas extraordinarias. Debe generar excedentes que se reinviertan en más y mejores instalaciones, al igual que en mejor atención.

Ese es el modelo adoptado por los clubes modernos en los países desarrollados que ya está comenzando a aplicarse en el país. Nosotros nos adelantamos. En épocas de recesión económica, los servicios que ofrecemos son los más afectados por no ser indispensables, lo cual hace que fácilmente se retiren los socios. Esto fue lo que sucedió en el pasado y ahora en la pandemia, pero ya habíamos aprendido a manejarlo.  

¿Cuál es su filosofía de trabajo? 

Me apasiona el trabajo, entendido éste como una actividad propia para lograr las metas que me propongo. Soy competitivo conmigo mismo, quiero lograr resultados y que esos resultados me generen alegrías y satisfacciones. Con esa filosofía el trabajo se vuelve un placer así no te paguen. Que aburrido es tener que trabajar en algo que no gusta y soportar la obligatoriedad. Así, difícilmente se dan los resultados y si se logran, no se disfrutan. 

¿Qué le gustaría hacer? 

Tener más tiempo para leer, aprender y escribir un libro sobre experiencias de vida. Tendría mucho que contar allí y ser útil a otros. La universidad de la vida me ha enseñado tanto que me da lástima dejar esas experiencias en el olvido. Tengo ese propósito en mente para cuando las fuerzas me falten y la cabeza aún me funcione. 

Cuéntenos sobre sus hobbies 

Fuera de trabajar, me encanta hacer deporte. Desafortunadamente, la disponibilidad de tiempo y los años van limitando la práctica. Me gusta soñar, construir castillos así sea en el aire y leer, no solo para estar informado, también para aprender y conocer la historia. Me gusta la música, especialmente la instrumental y romántica. Ahí donde me ven, también tengo mi corazoncito. Su mayor satisfacción… Hay muchas, la vida ha sido generosa conmigo. La primera es haber contribuido al bienestar de mucha gente con mis actividades en educación y salud. La segunda y no menos importante, es tener una familia estable y armoniosa, donde prima el amor y el diálogo.