GIRÓN NACIÓ DESPUÉS DE TRES INTENTOS

Por: José Fernando Yepes Velásquez

Los primeros europeos en recorrer la ribera del río Magdalena y gran parte de las montañas santandereanas fueron los hombres del alemán Ambrosio Alfinger -de triste recordación por su crueldad con los indígenas- quien falleció en estas tierras tras una lenta agonía causada por un dardo atravesado en la garganta. En dicha expedición, desarrollada entre 1531 y 1532, participó el maestre de campo, intérprete y cronista, Esteban Martin, a quien se atribuye el descubrimiento del río de Oro que atrajo a muchos mineros de Vélez y Pamplona. Por cuenta de este desdichado hallazgo, la colonización de los territorios Guanes fue particularmente sangrienta debido a la codicia de las gentes en la búsqueda del preciado mineral de oro en aluvión que, en consecuencia, no tardó en agotarse.

La historia cuenta que, tras la fundación de la ciudad de Vélez hacia 1539, el conquistador Martín Galeano concedió numerosas encomiendas de tierras a colonizadores españoles y sus descendientes en el distrito minero del río del Oro y otros núcleos urbanos del río Magdalena, esto para estimular las actividades agrícolas y ganaderas tras la crisis en la producción aurífera de finales del siglo XVI. A dicha crisis se sumaba la baja población indígena, la escasez de mano de obra y el desabastecimiento de las provincias circunvecinas. Entonces, el éxodo de colonizadores a tierras de Santander motivó la apertura de rutas comerciales y el nacimiento de poblaciones como Charalá, Zapatoca, Socorro, Barichara y San Gil, entre otras.

Uno de estos encomenderos venidos de Vélez era el capitán Francisco Mantilla de los Ríos y Franco, cuya experiencia militar en las riberas del Magdalena frente a los indígenas Yariguíes y Carares, liderados por el feroz guerrero Pipatón, le mereció el respeto de Martín Galeano. Además, le valió el beneplácito de los magistrados de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá, que presidía Sancho Girón de Narváez, un aristócrata famoso por sus escándalos de corrupción y las peleas con el arzobispo Bernardino de Almansa, esto debido a su empeño en incrementar los tributos a cargo de la Iglesia. Mejor dejo ese problemita ahí y sigo con nuestra historia.

El apellido Girón se remonta a la
época de las cruzadas, por cuenta
del Rey Alfonso VII, durante la
batalla contra los moros invasores
de la península ibérica. Cuando el
enemigo intentaba eliminarlo, uno
de sus caballeros, Rodrigo González,
decidió cambiar con el rey su
cabalgadura y vestir su capa para
confundir al enemigo.
De este modo, el monarca pasó
desapercibido mientras que Rodrigo,
bravo lidiador, logró salvar su vida.
En agradecimiento por su hazaña,
Alfonso VII le obsequió algunos
” jirones” de su capa raída. Entonces,
el noble cambió su apellido de
González a Girón.

Como ya dijimos, gracias a sus triunfos admirables en combate, el capitán Francisco Mantilla de los Ríos firmó ante la Real Audiencia unas capitulaciones que lo comprometían a limpiar de indios asaltantes las riberas de los ríos Sogamoso y Lebrija. A cambio recibió el título de Gobernador de la Provincia de Río de Oro y, además, la licencia para fundar una ciudad donde podría ejercer plenamente sus derechos. Con esa autoridad en sus manos, Mantilla de los Ríos decidió fundar la ciudad de San Juan Bautista de Borja de Girón, el
15 de enero de 1631.

giron

Fotografía: Javier Valdivieso

El nombre hace honor a la ciudad española de Borja, en la provincia de Zaragoza, cuya iglesia de San Juan Bautista es bastante célebre. La expresión “Girón” seguramente se agregó en gracia del presidente de la Real Audiencia, Sancho Girón de Narváez. Infortunadamente, este primer intento se fue al traste debido a que el poblado se comenzó a construir en el sitio de Zapamanga, ubicado dentro de la circunscripción administrativa de Pamplona, cuyos límites llegaban hasta la zona hoy conocida como Pescadero. Esto motivó a que las autoridades de la ciudad de Pamplona presentaran ante la Real Audiencia una querella de usurpación por quedar el asentamiento en su plena jurisdicción. Sobra decir que no valieron las súplicas ni las rabietas de Mantilla y su comitiva. El presidente Sancho Girón, de forma tajante, ordenó que se suspendiera cualquier actividad, quedando así anulada la fundación por vicio legal.

Por desgracia, cuando el capitán Mantilla de los Ríos preparaba un nuevo alegato defensivo de sus derechos, falleció repentinamente en 1632. En consecuencia, su esposa designó a Francisco Fernández Mantilla de los Ríos -primo hermano del fallecido y, para colmo, con su mismo nombre- para continuar tal empresa y reclamar los derechos capitulados, hecho que se consolidó el 28 de abril de 1635, cuando la Real Audiencia confirió al demandante un segundo título como gobernador. Dicho y hecho, el nuevo mandatario no tardó mucho en cumplir con la tarea encomendada, esta vez eligiendo para sus planes el sitio de “Pujamanes” a la orilla del río Sogamoso.

Pero, como dice la propaganda de un conocido banco, San Juan de Girón por segunda ocasión se fundó “en el lugar equivocado”. Las tierras ciertamente favorecían la agricultura por la abundancia de agua, pero presentaban serios inconvenientes como la poca disponibilidad de fuentes de trabajo, las enfermedades propias del clima tropical y las plagas de langostas que arrasaron con los cultivos, por no hablar de la lejanía de otros poblados.
Ante el descontento de los habitantes, los dirigentes de Girón elevaron un requerimiento ante la Real Audiencia para que la población se trasladara hacia tierras más altas, hecho que fue ratificado el 30 de diciembre de 1638. De modo que los gironeses, tal como los israelitas en el desierto del Sinaí, dejaron atrás las riberas del Sogamoso para llegar a la nueva tierra prometida.

El sitio propicio fue la planada de Macaregua sobre la margen occidental del río de Oro, lugar que hoy ocupa. Un año después, en 1639, el obispado de Santafé autorizó la creación de la parroquia de Girón. Según reza en los archivos históricos del Banco de la República, en 1642 inició la construcción del templo utilizando materiales como paja y bareque, siendo finalizados los trabajos en 1646. Más adelante, entre 1711 y 1721, inició la reedificación de la obra con muros de mampostería, tejas y altares de madera.

Luego, entre 1781 y 1883, se realizaron importantes reformas arquitectónicas que dieron forma a la hermosa Basílica Menor de San Juan Bautista, en cuyo altar reposa la imagen del Señor de los Milagros, la cual es venerada con puntualidad todos los años, el 14 de septiembre, con una fiesta religiosa que incluye una procesión solemne por las calles y un festival de fuegos artificiales.

Capitán Francisco Mantilla de los Ríos y Franco

A propósito de esta creencia, la imagen de 36 centímetros, que según estudios data del año 1600, fue adquirida en 1740 por los esposos Francisco José Rodríguez y María Silvia Aguilar, habitantes de la vereda El Corregidor, a un joven caminante que desapareció misteriosamente. La imagen del Señor de los
Milagros permaneció en dicha vereda en un modesto santuario que se convirtió en destino de peregrinación de miles de personas que le atribuyen acciones curativas. En 1892, la Iglesia realizó el traslado de la sagrada imagen al actual santuario.

Hoy, después de tres siglos y padecer el menoscabo continuo de su clase política, Girón continúa cumpliendo su cita irremediable con la historia. El sector colonial, caracterizado por calles jalonadas de pequeños andenes y puentes de calicanto, enmarca el parque principal y la iglesia con sus cinco altares, dos naves y dos arcos frontales, que es fiel réplica de la Basílica de Santa María Mayor, ubicada en una de las colinas de Roma (Italia).

En uno de los costados de la plaza se encuentra la Mansión del Fraile, cuyos salones guardan el paso del libertador Simón Bolívar. En esa espléndida construcción del siglo XVIII nació el más célebre hijo de esta tierra, el sacerdote y catedrático Juan Eloy Valenzuela, participante de la expedición botánica liderada por el sabio José Celestino Mutis.

Por todo esto resulta imprescindible para el turista visitar la Villa de los Caballeros de Girón, un lugar con rica tradición cultural con casonas y capillas de imperturbables fachadas en piedra. A todo ello se añaden las delicias gastronómicas de los alrededores y las leyendas de personajes como Antón García, un jinete sin cabeza que recorre callejas y solares desparramando morrocotas de oro que brotan de las alforjas de su brioso corcel negro.