Pesca en el llano, una cita con la aventura

“De todos los ríos de la Orinoquía colombiana, el Río Bita es uno de los preferidos por los pescadores, que lo consideran un paraíso para practicar su actividad por ser tranquilo y seguro, además de la abundancia y diversidad de peces que proliferan en sus aguas”.

Pescar siempre ha sido el hobbie de Luis Carlos Ramírez, mi padre, quien desde joven visitaba los ríos Magdalena y Sogamoso, sin embargo, los peces de estas aguas no se comparan en tamaño y variedad con aquellos que se encuentran en los llanos orientales, por eso, muchos pescadores buscan la oportunidad de ir a cualquiera de los caudalosos afluentes del rio Orinoco donde hay ejemplares tan enormes como diversos. 

Mi padre fue uno de los primeros Santandereanos en recorrer aquellos parajes hace ya 30 años, para ello, debió conducir los cerca de mil kilómetros que separan a Bucaramanga de Puerto Carreño, capital del Departamento de Vichada en el extremo oriental de Colombia, que ofrece la posibilidad de avistar aves de singular plumaje, venados, caimanes, chigüiros, micos y tigres. 

La existencia de este paraíso motivó a que mi padre y sus amigos regresaran todos los años para vivir una nueva experiencia. Al llegar a la edad de ocho años me sentí muy triste al ver que él nunca me llevaba, entonces decidió aceptar mi petición de acompañarlo en contra de las preocupaciones de mi madre. 

Aquella vez aprendí a pescar y a apreciar la verdadera riqueza de nuestro país, pero también fue el inicio de momentos inolvidables junto a mi “compañero de aventuras”, donde la emoción de sentir el pique de un animal de cinco o más libras se confunde con los abrazos y felicitaciones de los compañeros después de culminar la faena. 

Al cumplir 20 años decidí radicarme en Ámsterdam, y por casi una década, muy a mi pesar, tuve que dejar atrás aquellos viajes, sin embargo, en mi corazón siempre estaba el anhelo de volver. Felizmente, luego de estabilizarme laboralmente en Europa y formar mi propia familia, pude cumplir ese sueño.

Hace dos años mi padre me cedió el mando de la expedición, un reto que asumí con el compromiso de nunca dejar morir esta tradición. Mi tarea es garantizar el número de lanchas requerido, combustible, alimentación, bebidas, hospedaje y otros detalles logísticos. No resulta sencillo por las ocupaciones y compromisos de todos, sin embargo, este año 11 personas entre amigos y familiares viajamos desde Canadá, Holanda, Estados Unidos y otras ciudades de Colombia. 

De acuerdo con el clima, la pesca en el llano es más favorable los primeros tres meses del año y en cada temporada aumenta la demanda de turistas, obligando a planear el viaje al menos con seis meses de anticipación. Entonces, lo primero que hacemos es adquirir los tiquetes para asegurar los cupos ofrecidos por la aerolínea Satena, que viaja desde Bogotá a Puerto Carreño una vez por semana. 

¿Nuestro equipaje? Además de las pocas prendas no debe faltar un sweater y un gorro, porque en la noche la temperatura desciende hasta los 12 grados. Las cañas de pescar van en una bodega que la aerolínea nos permite utilizar pagando un excedente.

Al llegar a nuestro destino embarcamos en cinco lanchas para navegar dos horas por el rio Bita, el cual fluye 598 kilómetros antes de desembocar en el Orinoco. Nos dirigimos hacia una isla ubicada a 35 km, donde el color de las playas es espectacular y la arena es limpia al igual que el agua. 

En el campamento nos espera una deliciosa comida, después llega el momento de armar las carpas o simplemente colgar una hamaca. Similar a cualquier reality, somos 21 personas conviviendo en una isla en medio de la nada durante siete días. 

La actividad comienza en la madrugada, tomando café antes de salir a navegar. Un método de pesca es “trolear” o “cucharear” con el bote en movimiento, casi siempre encontramos “Tucunaré o Pavón”, un animal que llega a pesar 14 kilos y se distingue por sus colores vistosos que van del amarillo intenso al verde, siendo además la especie más común, también sacamos Payaras, aunque preferimos las Pirañas por su delicioso sabor.

La comida es deliciosa, se puede elegir un buen caldo de piraña acompañado de arroz, patacón, vegetales y pescado en todas sus preparaciones: frito, asado, a la vara o ceviche. El calor es sofocante. Después de almorzar nos bañamos en la playa para continuar pescando hasta finalizar la tarde, -entre las 3 y las 6 pm es la mejor hora del día para la pica-. Un momento especial es acostarse en la playa a contemplar las estrellas bajo un cielo totalmente libre de contaminación, el espectáculo lumínico de millones de constelaciones es indescriptible. 

Finalmente, llega el momento de descansar y recargar energías para retomar las actividades al día siguiente. Para aquellos que hacen este viaje por primera vez, la experiencia puede llegar a ser desgastante porque el calor es fuerte, además no se duerme muy bien estando a la intemperie a merced de los  elementos. 

La hidratación es muy importante para mantenerse bien, además de mantener una buena protección contra los mosquitos. Normalmente no llueve, pero este año nos tomó por sorpresa un aguacero que duró dos días con sus noches, entonces, aquellos que dormían en hamacas tuvieron que refugiarse bajo la mesa del comedor para escampar. La novedad este año, fue que en algunos momentos logramos hablar con nuestras familias a través de un comunicador satelital, algo que hace años era impensable. 

Hasta el momento nunca hemos tenido accidentes serios, solo mordeduras o picaduras fáciles de curar. La adrenalina se siente desde que se engancha un animal, tratando de adivinar su tamaño, en ese momento se detiene la lancha y todos colaboran para traerlo mediante un trabajo coordinado en equipo. Entonces se sube el pez a bordo aunque si es demasiado grande lo mejor es tener paciencia y halarlo cuidadosamente hasta la orilla. 

En definitiva, este es un lugar privilegiado en el mundo que colombianos y extranjeros podemos disfrutar por igual, donde te desconectas del mundo que conoces y entras a uno nuevo y estás tú con un grupo de amigos dedicados a una actividad que amamos. 

He visto algunos turistas llorar de felicidad cuando se montan a la lancha, la experiencia de aprender a ser independientes y sobrevivir al natural es algo que los llena de mucho orgullo, así que toman fotos y videos o incluso llevan a casa, como trofeo, la mandíbula de una Payara o la cabeza de una Piraña. 

En este sentido, vale la pena decir que el río Bita es sumamente rico en biodiversidad, donde confluyen tortugas, delfines rosados, guíos, caimanes y otras especies anfibias, cuyo hábitat es protegido por quienes practicamos la pesca deportiva. Nuestra travesía terminó el 9 de enero y durante este tiempo se crearon vínculos muy fuertes. 

Por supuesto que ya estamos planeando el próximo viaje en enero de 2024. En mi caso, la ocasión será muy significativa, ya que el menor de mis hijos de 11 años asistirá para pescar con su abuelo y continuar así el legado familiar, algo que Gloria, mi madre, siempre añoró.