Juan José Cobos, las formas de la historia

Visitar el taller del artista bumangués, nos transporta a momentos y lugares de un pasado célebre. El bosque nativo que lo rodea matiza el lugar de trabajo típico de un creador, donde bustos de próceres, bocetos y pinturas comparten el espacio con moldes y figuras religiosas.

Sin proponérselo, Cobos se convirtió en el “contador de muchas historias que no se han contado” a través de proyectos que aportan estética y belleza a los recintos privados y plazas donde está presente su obra. Nació para el dibujo con una admirable facilidad para la figura humana, pero pronto supo que dedicaría su vida a la escultura, animado por su mamá, la artista plástica Patricia Roa, quien ha sido su guía hacia la sensibilidad a través de la crítica oportuna y honesta. 

¿En qué momento descubrió su vocación?

Siempre he pensado que la vida personal del artista se ve reflejada en su obra y mi caso no fue la excepción. Desde niño empecé a dibujar cómics y después hice algunos cursos para mejorar la técnica, siempre con el apoyo de mi mamá. 

Desde mis primeras pinturas siempre sentí predilección por la figura de Jesucristo, pero mostrándolo de una forma heroica porque me parece que es una manera muy particular de retratarlo. Con el tiempo empecé a hacer pequeñas exposiciones y a las personas les gustaba tanto el estilo de mis trazos que me pedían retratos de sus seres queridos.

Pero estudió arquitectura…

Decidí estudiar arquitectura como un complemento de lo que quería lograr, ya que ser arquitecto y artista te da una ventaja para ser más integral. Esa integralidad me permite diseñar la obra, pero además hacer el parque, el emplazamiento, las bases, los pedestales, la parte paisajística y urbana, ya que un artista no concibe el espacio igual que un arquitecto.

Como anécdota recuerdo que en la universidad sufrían porque todo el tiempo pintaba sobre las mesas de trabajo con lápiz y bisturí hasta que poco a poco quedaron llenas de mis dibujos. Entonces, algunos profesores decían: “guardemos esos dibujos porque a Cobos le va a ir bien”, pero otros se oponían diciendo: “pintemos esas mesas porque ese señor ya tiene pintada media universidad”. Sin embargo, fueron más los que me apoyaron, como mi director de tesis, Néstor Rueda. Lo irónico de todo es que he trabajado durante más de 20 años realizando proyectos para los padres dominicos.

¿Cómo fue el camino para ser escultor?

Al finalizar mi carrera me fui a trabajar a los Estados Unidos haciendo todo tipo de oficios para financiar mis estudios de arte en Florencia (Italia). Irónicamente, quise estudiar pintura en la France Academy of Arts, pero resulta que en ese momento solo quedaba un cupo para la clase de escultura, después, la tomé pensando en cambiarme después, pero entonces, empecé a enamorarme de la escultura y decidí seguir adelante.

A mi regreso de Italia me llamaron de la Universidad Santo Tomás porque necesitaban un arquitecto que también fuera escultor, entonces, a partir de ese primer proyecto empezaron a salir otros, entre ellos el Parque Memorial Tierra Santa. Con el tiempo recibí varias propuestas para trabajar en el exterior junto a Richard McDonald -uno de mis mentores-, pero preferí quedarme en Colombia porque sabía que había mucho camino por recorrer.

Los personajes históricos le han dado su gran reconocimiento ¿Está de acuerdo?

Digamos que aquí hay un mercado importante para las esculturas tridimensionales de personalidades y figuras religiosas que hacen parte de nuestra tradición colombiana. Indudablemente eso me ha permitido consolidar un nombre y un estilo propio.

¿Qué puede decirnos de su estilo?

Mi fuerte no es el color, me inclino más por lo monocromático y la pureza del material. Me enfoco en la belleza de la anatomía humana porque considero que el cuerpo puede decir mucho más de lo que las palabras pueden expresar a través de un detalle o un fragmento.

¿Cuál ha sido su obra más desafiante?

“La Batalla del Pienta”, por el nivel de detalle de las 34 figuras que se muestran en acción. Esto sin contar el esfuerzo para obtener el proyecto, la gestión de los recursos y la socialización de la obra con la comunidad. Todo ese trabajo casi me destruye. Para ese proyecto trabajé junto a Edgar Cano -historiador de la batalla-, logrando mostrar ese instante previo a la colisión de las fuerzas in crescendo a punto de estallar, a través de la anatomía, la geometrización y el paisaje.

¿Cómo es el proceso de darle vida a una obra? 

El trabajo en el taller es muy bonito, personalmente me inspiro más en la noche para diseñar. Lo primero es dibujar, ya que es clave para poder sobre analizar la crudeza del momento, luego hacemos maquetas a escala, estudios de gesto, pose y sentir con modelos en vivo. Una vez se tiene esto, escalamos a los modelos tridimensionales y junto con mis asistentes y aprendices realizo el proceso de armado, soldadura y carpintería. 

Dónde surge el carácter… 

Generalmente para esculpir a una persona necesitas conocerla, pero si el personaje ya no está en este mundo, entonces debemos empaparnos del tema y buscar referentes visuales para construirlos. El carácter de una persona se plasma con sutilezas o intensidades en las pinceladas, contrastes entre suaves y apretados con color y tonos de fuerza o suavidad en los trazos.

¿Quiénes han sido sus mayores influencias? 

Indudablemente Francis Bacon, Caravaggio y Verdini. De nuestro país destaco a Luis Caballero y al maestro Rodrigo Arenas Betancourt, quien hasta la fecha ha sido el escultor más prolífico con 44 monumentos -yo voy en 30-. Pienso que todavía me quedan muchos más años para desarrollar proyectos.

¿Qué arte lo ha impactado? 

He tenido la oportunidad de visitar otros museos en el mundo, pero mi favorito es el Palacio de Versalles, porque corresponde a un periodo histórico que me atrae. No soy una persona que compre mucho arte de otras personas, pero si hemos intercambiado obras con Douglas Mendoza, Alejandro de Narváez, Fernando Botero y Armando Miranda. También cumplí mi sueño de tener un Luis Caballero. 

¿Cómo ha sido ese proceso de llevar arte y cultura a la ciudadanía? 

Pienso que el arte no es para entender sino para sentir, esa es la misión del monumentalista del arte público. Indudablemente el empresario Mario Hernández ha sido un gran apoyo en este tema. Fue él quien comenzó a apoyarme cuando vio que estaba contando historias en el espacio público, así que me propuso proyectar obras e iconos urbanos para las ciudades. Empecé con el busto de Luis Carlos Galán y luego con la “Mariposa Olguita”. Ahora estamos participando en la convocatoria de la Hormiga, tenemos diseñadas más de 10 obras públicas para Bucaramanga y más de 10 monumentos para el país. 

¿Qué disfruta hacer en su entorno personal? 

Me gusta cocinar y compartir un buen vino, pero mi hobbie principal es la astronomía, estando en contacto con el universo que es mi ser superior. Otra pasión son los carros, una debilidad heredada de mi padre y mi abuelo, mis favoritos son los 4×4 y los clásicos deportivos, especialmente el Jaguar E Type. 

¿Cómo aprecia el arte en esta nueva generación? 

El arte es un reflejo de lo que cuenta la sociedad a través de la estética, pero cuando se pierden los valores y todo les parece válido entonces se pierde la academia, la admiración y la disciplina. Todo es cíclico, por eso espero que retornen a las buenas artes. He tenido varios aprendices que ya están haciendo sus propios monumentos, entre ellos Sebastián Leyva, Román Prada, Alex Quintero y Mauricio Ogliastri, después de aprender conmigo solo me queda agradecimiento por las obras que trabajamos juntos. 

Mi invitación es a trabajar por el país en estos duros momentos, el empresario privado siempre va a ser el “motor” detrás del gobierno, así que les pido que nos apoyen, que inviertan en la estética de la ciudad y nuestro departamento para preservar la historia. 

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@jjcobosart