La percepción juega un papel fundamental a la hora de desechar productos perfectamente funcionales.
Somos una sociedad consumista, no hay nada más que decir al respecto. Sin embargo, la realidad es que también somos una sociedad derrochadora por la costumbre generalizada de tirar objetos a la basura, simplemente por lucir desgastados o porque ya no son de nuestro tamaño, cuando lo que ocurre es que un fallo puntual hace que desechemos el conjunto.
El nuevo orden mundial hace que miremos con mayor detenimiento el tema de la escasez de recursos y el aprovechamiento de los existentes.
Por lo tanto, la necesidad de hacer durar los objetos trasciende de la mera decisión personal a convertirse en un mandato inapelable para todos.
Aquí hay dos buenos ejemplos de cómo un buen diseño logra objetos que pueden perdurar de generación en generación, siendo fácilmente reparables o transformables para para continuar su función.
El cepillo de dientes Everloop, elaborado en plástico reciclado, permite que sus cerdas de bambú sean fácilmente intercambiables para reutilizar el mango indefinidamente.
La silla Tripp Trapp diseñada por Peter Opsvik, evoluciona con el niño desde el nacimiento hasta la edad adulta.